¿A dónde va el Foro Social Mundial?
Nacido en 2000, fruto de las protestas de Seattle, el Foro Social Mundial (FSM), se ha convertido en una especie de meca para todos aquellos a la búsqueda de un mundo más justo (el lema del Foro es "otro mundo es posible") y congrega a una amalgama de organizaciones, grandes y pequeñas, internacionales y locales, de muy diferentes ideologías, movimientos sociales, comunidades de base, sindicatos, etc. en busca de respuestas concretas a los desafíos en la construcción de otro mundo en el que la economía esté al servicio de las personas, a favor de una globalización con rostro humano, basada en los principios de justicia, equidad y respeto a los derechos humanos.
Es indudable que desde su primera edición el Foro desbordó ampliamente las expectativas en cuanto al número de participantes y a su expansión geográfica. Es indudable también que ha trascendido al Foro Económico de Davos -que en las mismas fechas reúne a los principales líderes económicos del mundo-, puesto que no pretende ser una réplica del mismo, sino que con un objetivo más amplio, pretende visualizar las preocupaciones, esperanzas y alternativas de la sociedad civil. Es también incuestionable que muchas de las reivindicaciones del Foro han pasado a formar parte de la agenda política y que se ha convertido en una referencia a nivel mundial. Tal y como menciona Boaventura de Sousa, "las instituciones internacionales y otros ámbitos de poder han tenido que ir incorporando en estos últimos años ciertos planteamientos y reivindicaciones planteados en el FSM". Sin embargo, pasadas varias ediciones, el Foro se encuentra actualmente en una encrucijada respecto de su futuro sobre el que existen intensos debates. Como señala Sami Naïr, filósofo y sociólogo francés y uno de los responsables del Foro de las Alternativas, "El Foro Social Mundial ha jugado un rol importante, pero es una fórmula que comienza a agotarse".
¿Debe continuar siendo el Foro -tal y como señala su carta de principios- un espacio democrático de ideas, profundización de la reflexión, formulación de propuestas y articulación de las organizaciones de la sociedad civil sin suscribir documentos, declaraciones conjuntas o tomar acciones colectivas? ¿Debe tomar, por el contrario un carácter más propositivo y tomar acciones colectivas? Lo cierto es que casi desde su primera edición, esta cuestión ha sido objeto de intenso debate, entre aquellos partidarios de considerar al Foro como un espacio de encuentro e intercambio -dada la enorme diversidad de las organizaciones que la integran- y quienes proponían llegar a posiciones únicas, suscribir documentos conjuntos y llevar a cabo acciones colectivas. La pregunta y el debate se plantean cada vez con mayor urgencia.
No es fácil responder a estas interrogantes ni saber cuál es la solución más adecuada. Pero lo que parece indudable es que, como ya como ya señaló Roberto Savio, miembro del Comité organizador, el éxito del Foro no puede medirse solamente sobre la base del número de participantes o de su expansión geográfica, sino que es importante analizar si está contribuyendo a la formación de ese otro mundo que proclama.
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