"El año de mi vida", Ana María, VOLPA en Perú

Todo comenzó un mes de octubre de 2020. Mi cuarto y último año estudiando Educación Social en Burgos, uno de esos días en los que comienzas a plantearte el final y cierre de esa etapa, y el comienzo de la siguiente. Nunca es fácil cerrar etapas, y menos, cuando has pasado cuatro años maravillosos, fuera de tu casa. Parte de uno de ellos de Erasmus en Sicilia y otros tres en Burgos, viviendo en completa libertad, y conociendo a personas que han pasado a formar parte de tu familia. 

Entonces me paraba a pensar, me planteaba el estudiar otra carrera, realizar un máster al año siguiente, pero no tenía bien definido cuál y estaba segura de que esa decisión marcaría mi futuro hacia una dirección.

Quería dar sentido a mi vida, y fue ahí, conversando una tarde de domingo sobre cómo me encontraba con mi mejor amigo quien me invitó, aconsejó e impulsó a salir un año de mi zona de confort, de mi cultura y de mi vida para poder dedicársela a los demás a través de un encuentro personal, social y cultural por medio de un voluntariado internacional.

Comencé a investigar y a ponerme en contacto con varias asociaciones que se dedicaran a ello. Uno de mis requisitos fundamentales era que este proceso que iba a vivir estuviera marcado por unos valores orientados a mis creencias y mi forma de vivir la vida y, de esa misma forma, que me acompañara también en mi proceso de crecimiento personal y social. 

Siempre me ha gustado y ha formado parte de mi persona el realizar voluntariado, pero cuando me he planteado realizar voluntariados más íntegros, en el extranjero o de más duración, nunca han salido adelante y pienso que la razón de ello era el no verlo del todo certeros y seguros. 

Pero entonces choqué de frente con Entreculturas, y más en concreto con VOLPA (Voluntariado de larga duración Pedro Arrupe).

Esta ONG, pertenece a la Compañía de Jesús y para mí esto también era muy importante por compartir sobre todo valores, como la fe, ya que desde pequeña me han educado en base a ello y he estudiado la mayor parte de mi vida en el colegio Jesuitas de Tudela, al igual que mi padre, hermana, tíos y primos. A lo que se suma también el haber pasado tantos años de mi vida en el grupo de scouts de ocio y tiempo libre Quetzal, que ha forjado relaciones muy importantes en mi vida. 

Y ahí, en ese momento, fue donde comenzó todo. Contacté con la responsable de Burgos vía correo electrónico y me brindaron la posibilidad de tener una entrevista y poder ir poco a poco acercándonos más. Como he dicho anteriormente, en aquel entonces estaba estudiando en Burgos, así que me adjudicaron a una acompañante de allí. 

Pudimos ir descubriendo motivaciones, inseguridades, miedos, fronteras, acercarme a la persona que realmente era yo en ese momento... Este proceso me permitió conocerme a mí mucho más personalmente y mostrar a los demás quién era realmente y que podía dar y ofrecer de mí. También fue un proceso en el que tuve que aferrarme fuerte a mi motivación principal, lo que quería y deseaba, el poder llegar un día a ser voluntaria en terreno, ya que por los dos años de pandemia ocasionados por la Covid- 19, fue difícil saber el momento en el que iba a partir y las condiciones en las que se daría.  

No todo fue fácil durante ese tiempo de preparación, ya que como digo, fue un proceso largo y las bases estaban muy bien sustentadas en cerciorarse el éxito en el envío a terreno de la persona VOLPA. No solo me ofrecieron acompañamiento durante estos meses de preparación, sino que estando en terreno también lo recibo y en mi vuelta a España también lo será.

Siempre al ser humano le surgen dudas, cuestionamientos, y miedos, y quien me conoce bien sabe que soy una persona muy familiar, que necesita estar cerca de las personas a las que quiero, y que ellas son muy importantes para mí en la toma de decisiones y mi vida general. Por ello, un mes más antes de empezar a adentrarme en este proceso de formación, me senté con mis padres y les conté la idea que rondaba por mi cabeza: dedicar un año al servicio a los demás.  

Como siempre me apoyaron, aunque esta vez se lo pusiera difícil, ya que les estaba proponiendo irme un año fuera, lejos de ellos.  Aun así me acompañaron en el camino hasta el día en el que tocó hacer las maletas para viajar a Perú

Más concretamente al distrito de Andahuaylillas, situado en la provincia de Quispicanchi, departamento de Cusco. Solo puedo decir a día de hoy y llevando nueve meses aquí, que este era mi destino, y que sin conocer los demás lugares que ofrece VOLPA, en América Latina, África o Asia, a día de hoy lo elegiría una y otra vez. 

Por lo general cuando terminas el proceso de formación durante nueve meses y tras tener una reunión final con la coordinadora del programa, es ahí donde suelen ofrecer dos destinos que se asemejan a tus características y a tus afinidades como persona. En mi caso, y en el del resto de compañeros con los que compartía este proceso, como estábamos inmersos en una pandemia mundial, este fue únicamente el destino ofrecido, y qué bueno, porque con lo que me cuesta tomar las decisiones importantes y sin conocerlo de cerca, hubiera sido complicado. 

A lo largo de la formación también me ofrecieron la posibilidad de venir acompañada de otras VOLPA, aunque no sea algo que siempre pueda darse y después cada una de nosotras fuéramos a ir destinadas a un programa e institución diferente a trabajar. Creo que las tres estamos creciendo al lado de las otras, compartiendo lo bueno y lo no tanto. 

Llegaba a Perú un 1 de febrero con resaca de tantas despedidas en España, de amigos y amigas, familiares, trabajo… pero sobre todo llena de ganas, emociones y sentimientos, y sin saber que este tiempo me cambiaría tanto la vida, la forma de vivirla y que a partir de ahí sería este pequeño agente de cambio en la sociedad, que realmente es lo que propone y busca la experiencia VOLPA. 

Recuerdo que al llegar todo era diferente a lo que yo había imaginado, pero las ganas superaban y ganaban siempre todo. 

Lo más bonito desde el principio fue la gran acogida por parte de todas las personas con las que nos íbamos encontrando y su generosidad. El compartir en muchas ocasiones lo justo que tenían con los demás, y la felicidad que eso conlleva. 

La primera semana fue para adaptarme poco a poco a la altura, al horario, (aunque no me costó apenas), a Andahuaylillas y a la vida aquí, y la siguiente semana ya poder empezar a trabajar. El primer mes fue sobre todo de conocer, acercarme a la cultura de Perú, ya que iba a pasar a formar parte de mí y yo de ella, escuchar, empaparme de sus historias y sobre todo aprender mucho y, de esa manera, poder ir conociendo y compartiendo junto a mi equipo para observar de cerca la parte en la que yo iba a apoyar. 

El proyecto al que yo llegué destinada, recibe el nombre de PERFAL 44, que quiere decir Proyecto de Educación Rural Fe y Alegría 44 - Andahuaylillas. Es una red que coordina las diferentes Instituciones educativas rurales de la zona de Quispicanchi. Se diferencia de otros por buscar una educación popular de calidad, en la que niños, niñas y adolescentes siempre sean los protagonistas junto a sus familias y sean ellos y ellas quienes salgan fortalecidos y reforzados para la vida. 

Por lo general, mis semanas transcurren en Ocongate, otro de los distritos pertenecientes a Cusco. Los lunes salimos hacia allí temprano casi todo el equipo y regresamos el jueves en la tarde. Lo suyo es quedarse allí a vivir y compartir estos días con el resto del equipo, ya que las escuelas rurales a las que tratamos de llegar cuentan con grandes distancias unas de otras, las carreteras en muchos de los casos no cuentan con las mejores infraestructuras y de esta manera se hace más fácil y mejor la labor. 

Mis expectativas no eran tan altas como lo han llegado a ser, no esperaba aprender tanto durante este tiempo. Me han permitido conocer cada rincón de lo que ellos hacen en su trabajo y me han hecho sentir una más desde el primer momento, empoderándome y haciéndome perder mis miedos en muchas situaciones. 

Siempre dicen que un VOLPA, más que venir a hacer (porque es la imagen que toda persona tiene al pensar en alguien que sale de voluntario a otro país), es el estar y el dejarse empapar por todo, y a día de hoy lo puedo corroborar. Siento que soy muy privilegiada por estar donde estoy y con quien estoy con todo lo que tengo, una familia peruana. 

El trabajo fundamental que he desarrollado en este tiempo ha sido con niños, niñas y adolescentes. Los protagonistas más importantes de todo esto y sin los cuales no hubiera sido nada igual. Al comienzo del año, sobre todo, fueron tiempos de acompañamiento y visitas domiciliarias a estos niños para conocer su situación. Así como la implementación de rincones de estudio, talleres con docentes, escuelas con padres y madres de familia, ferias en las que mostraban sus trabajos realizados en contra de la violencia… y muchas actividades más. 

Pero, sobre todo, mi labor ha sido el desarrollo de un programa (que el año previo ya había venido desarrollándose) para desenvolver y mejorar las habilidades socioemocionales de estos estudiantes, ya que después de los dos años de pandemia presentaban sobre todo altos niveles de retraimiento social, timidez y ansiedad. Esto lo pudimos conocer a través de un test al inicio del curso académico. Así que, a partir de ahí, realizamos un calendario que seguimos semana tras semana (cuando no hubiera otras actividades) para la consecución de nuestros objetivos. Esto se desarrolló en tres bloques, el primero con dinámicas lúdicas en las que, a través del juego, los niños y niñas pudieran expresar sus emociones y sentimientos. Un segundo bloque en el que la actividad principal fueron los poli ritmos y recitar de poesías y canciones y  un último bloque que seguimos trabajando ahora, en el que los estudiantes comenzaron desarrollando su propio cuento y el último día realizarán delante de sus demás compañeros de grados inferiores. 

Esta parte es la más bonita de todo el año, mi ilusión por la cual quiero levantarme cada día desde que llegué a Perú y lo que ha hecho que ningún día haya pensado el querer volver a mi querida Tudela, de donde yo soy.  El pasar tiempo con los niños y niñas, el sonreír junto a ellos, el poder contribuir en la medida de mis posibilidades a la mejora de su educación, y, sobre todo, en verlos crecer y mejorar sus capacidades con el paso del tiempo, es lo mejor que me llevo. Y obviamente no sería posible sin el pedazo de equipo que me acompaña y quien ha depositado su confianza en mí. 

Si me dijeran que me quedara con un momento, me quedo grabado, el tiempo en el que llego a las escuelas y los niñas y niños me vienen a abrazar gritando, y cuando no me dejan irme de vuelta, incluso queriendo llevarme a comer con ellas a sus casas. 

Por otro lado, las semanas que no subimos a Ocongate porque toca trabajar en la oficina, comparto casa con cuatro profesoras de la escuela primaria y secundaria de aquí de Andahuaylillas y las otras dos compañeras VOLPA. Este tiempo compartido también está siendo muy bonito y enriquecedor, acercando su cultura peruana y la nuestra.  

Realmente, pienso que esta experiencia es un regalo de la vida, me siento muy afortunada de formar parte de esto y me hace feliz el ver cómo sigue una generación de personas repletas de energía y de ganas por vivir esto. Ahora solo me quedan tres meses, de los que pienso seguir disfrutándolos cada instante como he hecho hasta ahora, descubriendo cada rincón más especial que el anterior de Perú, pero, sobre todo, de su gente, y dándole valor a lo que realmente lo tiene. 

Solo me queda invitar a cada persona que me lea, a ser una parte de VOLPA, como lo estoy siendo yo y lo seguiré siendo en mi vida, porque ya Perú como he dicho previamente, forma parte de mi y yo de él. Ojalá sepa llevar esto a España en mi vuelta…